La violencia sexual, en sus diversas manifestaciones, está presente en la vida cotidiana de las mujeres. El 5º informe Noctámbul@s (2018) muestra que, en contextos de ocio nocturno, un 97% de las mujeres han sufrido comentarios no deseados de carácter sexual por parte de hombres, un 86% han sido presionadas por los varones ante sus negativas, un 81% han padecido tocamientos no deseados ni consentidos, un 44% se han visto acorraladas y un 22% han sido violadas. Según documenta la página Geoviolenciasexual, desde el año 2016 ha habido 211 agresiones sexuales múltiples. Cuatro de cada diez varones prostituye o ha prostituido a mujeres (ONU, 2010) . Según recogen la asociación RANA y la asociación ASPACI, si bien los datos muestran que una de cada cuatro niñas sufre violencia sexual en su infancia, estas cifras reflejan solo un 20% de los casos: el 80% se silencian. Todos estos datos son la punta del iceberg. De otras violencias sexuales que están altamente invisibilizadas, como la violencia sexual en pareja, todavía no hay cifras fiables.
Esta realidad nos pone, como sociedad, ante una pregunta fundamental: ¿qué está pasando para que tantos hombres deseen acceder y decidan acceder a los cuerpos de mujeres que no lo desean? ¿Qué está pasando para que tantos hombres puedan obtener placer sexual ejerciendo violencia contra mujeres y niñas? ¿Cómo se está construyendo este deseo masculino que se excita ante la ausencia de deseo y/o consentimiento de las mujeres?
La pornografía se ha convertido en la nueva educación sexual, como puede extraerse de investigaciones recientes entre las que cabe destacar la de Ballester y Orte (2019) . Socialmente, se considera que la pornografía muestra sexo explícito, que “pornografía” es sinónimo de “sexo” o, incluso de “buen sexo”. Según un análisis de contenido de la pornografía (Bridges, Wosnitzer, Scharrer, Sun y Liberman, 2010) , el 88,2% de los vídeos pornográficos contienen agresiones físicas. El vídeo más visto en las páginas de pornografía más visitadas muestra una violación de cuatro varones a una mujer que intenta escapar repetidamente y llora y grita durante gran parte del vídeo (Alario, 2020) . La pornografía es un producto del patriarcado que invisibiliza, normaliza y erotiza la violencia sexual contra las mujeres. ¿Cómo es posible que “pornografía” haya llegado a considerarse socialmente sinónimo de “sexo”? ¿Qué tipo de “sexo” muestra y para quién es sexualmente excitante? ¿Tienen estos hechos algún tipo de relación con las realidades previamente mencionadas?
En este curso se buscarán respuestas a estas preguntas planteadas. Se analizará en profundidad la pornografía, los mensajes que transmite a los varones, el tipo de deseo sexual masculino que construye, y el tipo de modelo de sexo que reproduce.
DURACIÓN
Desde el 21 de abril de 2021 al 21 de mayo de 2021.
Se expedirán certificados de participación
OBJETIVO
Objetivo general
El objetivo general del curso es comprender el papel de la pornografía en la reproducción del patriarcado, de la desigualdad de poder entre varones y mujeres y de la violencia sexual contra mujeres y niñas.
Objetivos específicos
• Comprender el contexto en el que nace la pornografía y sus funciones políticas, tanto en su origen como en la actualidad.
• Entender cuáles son las bases sociales que han hecho posible que “pornografía” haya pasado a considerarse sinónimo de “sexo”, y qué consecuencias tiene que esto haya sucedido.
• Analizar qué mensajes transmite la pornografía a los varones y cómo colaboran en la reproducción de la violencia sexual contra mujeres y niñas.
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